Este
conjunto de ventajas hace que el aprovechamiento energético de la
biomasa despierte gran interés social, especialmente por las consecuencias
ambientales que se derivan de su uso y por la necesidad de contar
con fuentes alternativas al petróleo, cuya dependencia externa es
altísima.
En este sentido, es frecuente valorar las energías renovables en términos
de emisiones de CO2 evitadas. Por ejemplo, se estima que la aportación
de las 10.295 ktep de incremento de biomasa para fines energéticos,
previstas hasta el 2010, evitarán unas 12.515.000 toneladas de CO2
si la misma cantidad de energía se hubiera producido con carbón (en
generación eléctrica), y 5.047000 toneladas si se hubiera producido
por ciclo combinado con gas natural. A eso hay que añadir que también
se evitan los demás contaminantes originados por los combustibles
fósiles.
En cuanto a sus posibilidades como sustituto de otras fuentes de energía,
la procedencia agrícola y forestal de los recursos supone que su contribución
puede ser importante, 7,6 % según los objetivos del Plan de Fomento,
o más si las condiciones de mercado lo favorecen.
Otro efecto de gran importancia social son las oportunidades que se
abren al mundo rural. La demanda de biomasa energética puede contribuir
a mejorar las condiciones de vida de la población, sometida a graves
incertidumbres económicas. |