Fuente: Madrid/Geoscopio.
El informe correspondiente al año 2002 señala pese a que nuestra inversión en I+D ha crecido más que la de otros países europeos todavía es grande el diferencial existente. Además, el empresario español sólo invierte en I+D en épocas de bonanza económica.
En el año 2000, España ha seguido su lento proceso de convergencia con la media europea en lo que se refiere al funcionamiento de un sistema de innovación; los datos de que se dispone sobre el año 2001 son todavía insuficientes para poder confirmar esta evolución.
Durante la década de los noventa, el gasto total español en I+D creció a una tasa anual de 5,8%, mientras que en Alemania crecía un ritmo de 2,9% y de 2,4 en Francia, países que ya han alcanzado la madurez en sus actividades de investigación científico y técnico.
Sin embargo, el esfuerzo español en I+D, a pesar del rápido crecimiento del gasto, sigue siendo insuficiente y se sitúa en un 0,9% del PIB, frente a un 2,46% en Alemania y un 2,15% en Francia.
La sensación compartida por todos los observadores de la realidad económica española, de que el esfuerzo en I+D es insuficiente para garantizar un sólido crecimiento de la Sociedad del Conocimiento del siglo XXI, se apoya en la debilidad e inestabilidad de la financiación empresarial.
Así, la participación de las empresas en la financiación de la I+D española ha fluctuado entre un 47,4% del total en 1990, un 41,0% en 1993, un 49,8% en 1998, y un 49,7% en 2000, lo que demuestra la estrecha relación que existe entre el gasto empresarial en I+D y la coyuntura económica. Por el contrario, la media europea en 2000 es de un 66%, sobre un total de gasto muy superior.
Esto es debido a que, en general, la I+D no es tanto una variable estratégica para la empresa español, cuanto un "bien superior" que interesa especialmente en épocas de bonanza, aunque es evidente que es cada día mayor el número de excepciones, a medida que cambian las estructuras sectoriales y el tamaño de las empresas.
Según estudios de la Comisión Europea que se analizan en el informe, en el índice europeo de innovación, España se sitúa en undécimo lugar, más cerca de Grecia y Portugal, que de Francia y Alemania, aunque también es verdad que, junto con Grecia, es el país con más tendencias positivas observadas entre 1995-97 y 1990-2000.
Esta situación en Europa, también se refleja en estudios de carácter mundial, sobre la innovación y la competitividad, en los que España sistemáticamente se sitúa después de la vigésima posición en el ranking de países más competitivos.
Afortunadamente, por el momento, la industria española no está perdiendo el tren de las nuevas tecnologías, a pesar de su escaso interés por la I+D. Las transferencias de tecnología, la inversión extranjera y las importaciones de bienes de equipo que incorporan tecnologías avanzadas, permiten una adaptación al cambio en sectores tan dinámicos como los de las tecnologías de la información y de las biotecnologías, y también en los sectores más tradicionales de la industria y los servicios.
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