Fuente: Geoscopio/Madrid.
La protección del medio ambiente es un objetivo permanente de la industria del automóvil. Los fabricantes del sector dedican enormes esfuerzos y medios en la investigación y en el desarrollo de modelos que sean cada vez más respetuosos con el medio ambiente, aunque, en muchas ocasiones, ello pase desapercibido entre el gran público.
La industria del automóvil ha tomado conciencia desde hace muchos años de que el medio ambiente constituye un factor estratégico para el desarrollo; no se conforma con los logros obtenidos y continúa centrando su esfuerzo en reducir drásticamente las emisiones de gases contaminantes de efecto invernadero.
Por otro lado, las continuas mejoras exigidas a los fabricantes para aumentar la seguridad del vehículo, tienen una gran influencia sobre su diseño y conllevan la continua incorporación de nuevos sistemas, que generalmente suponen un incremento del peso que se intenta evitar con la utilización de materiales cada vez más ligeros, aunque, a su vez, su reciclado pueda ser problemático o costoso.
La combinación de las cuatro exigencias: el aumento de la seguridad, tanto activa como pasiva; la disminución de las emisiones, tanto de gases contaminantes como de ruidos; la reducción del consumo y de las emisiones de CO2 y, finalmente, el aumento de la reciclabilidad de los materiales empleados, constituye el reto actual que deben afrontar los fabricantes de automóviles.
De manera voluntaria, en Julio de 1998, la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) adoptó el compromiso, en nombre de sus marcas, de lograr en el año 2008 que las emisiones medias de CO2 para todos los modelos de automóviles nuevos se sitúe en 140 gr/km, lo que representaría una reducción del 25% respecto al año 1995. A fecha de hoy, este compromiso se ha traducido ya en una reducción de 35 millones de Toneladas de CO2, contribuyendo de manera decidida al logro de los objetivos fijados para la UE en el marco del protocolo de Kyoto. Se estima que el compromiso de ACEA contribuirá en un 15 % a las reducciones exigidas a la UE en 2010.
Esta exigencia además supone que los fabricantes europeos se comprometieron a comercializar en el año 2000 modelos cuyas emisiones fueran inferiores a 120 gr/km. Ese año, más de veinte modelos con esas características fueron lanzados al mercado, alcanzando en el año 2001 unas ventas superiores a las 300.000 unidades. Ese mismo año 2001, las ventas de vehículos con una emisión inferior a 140 gr/km representaban ya el 23 % del mercado (más de 2.8 millones de unidades) experimentándose, para esa cuota, un crecimiento del 40 % respecto al año 2000.
Si se profundiza en este análisis, quizás encontremos una de las razones que han hecho a fabricantes tradicionalmente orientados a segmentos de lujo (Mercedes, Audi y BMW, por ejemplo) , con mayores márgenes, entrar en segmentos más bajos (Smart, A2 o Mini) donde la competencia es feroz y la rentabilidad por vehículo baja muy considerablemente. Es, sin duda, una muestra clara de como el compromiso de la industria automovilística con la protección del medio ambiente impacta en algo tan fundamental para una marca como es su estrategia de producto.
España aumenta sus emisiones de CO2 en un 38 % desde el año 1990 - Economía prevé crecimientos del 58% para 2012 - y sin embargo, en al año 2001, los fabricantes de automóviles pusieron en el mercado nacional vehículos que emitían de media un 10 % menos que aquellos comercializados en 1995. Pero además, estas reducciones van a continuar. Lo han venido haciendo de la mano de la investigación, el desarrollo y la innovación en sistemas de propulsión tradicionales (tecnología diesel de inyección directa y "common rail", inyección directa de gasolina, etc.), comportamiento aerodinámico de los vehículos, sistemas de transmisión, nuevos materiales,.. y lo harán - requiriendo, seguramente, redoblados esfuerzos - con el logro de mayores eficiencias en estos sistemas y con la introducción y generalización de sistemas de propulsión alternativos (vehículos híbridos, bio-combustibles, célula de combustible, etc). Una muestra más de que la innovación tecnológica y los acuerdos voluntarios resultan más eficientes que medidas sobre-reguladoras, inflexibles y, en ocasiones, de clara vocación recaudatoria.
No olvidemos que el automóvil y la carretera se encuentran sometidos ya a una presión fiscal que en el caso del CO2 convendría, una vez más, tener presente. Quizás, no todos los responsables políticos encargados del diseño de la Estrategia Nacional de Cumplimiento del Protocolo de Kyoto conozcan que los impuestos que se pagan al llenar un único depósito de combustible son ya suficientes para costear la reforestación necesaria para que todo el CO2 emitido por un vehículo a lo largo de un año sea absorbido por cultivos y bosques
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