Fuente: EFE.
Las laderas del Etna (enclavado en la parte oriental de la isla de Sicilia) se han convertido en escenario de una lucha titánica en la que los equipos de Protección civil levantan barreras cada vez más altas para intentar detener el avance de la lava, mientras prosigue sin tregua la actividad del volcán.
En las últimas horas los esfuerzos se concentran en salvar la estación turística levantada en torno al refugio "La Sapienza", a unos 2.000 metros de altitud, con diversos hoteles, tiendas y restaurantes, y cuyo aparcamiento ya ha sido invadido por la lava.
En un escenario dantesco, las grúas del Ejército trabajan sin descanso y han levantado una tercera barrera de protección, de 25 metros de altura, además de zanjas y terraplenes para tratar desviar el amenazador río de fuego que se cierne sobre el lugar.
El magma ya ha superado dos de los tres muros de contención que las grúas han levantado, en un esfuerzo aparentemente inútil de detener la furia del volcán, cuya lava está a tan solo trescientos metros del refugio.
La estación superior del teleférico, utilizado en invierno para acceder a las pistas de esquí de la zona, ya ha sido alcanzada, al igual que la carretera de acceso a la estación.
El Etna, de 3.340 metros de altitud, continúa hoy sin tregua su fase de actividad, iniciada hace dos semanas, con continúas explosiones que hacen cundir el temor entre los residentes de las cercanías, pero que se han convertido en un atractivo turístico.
Las autoridades italianas insisten en que de momento no existe riesgo para la población, ya que el avance de la lava es lento y se puede prever con tiempo suficiente su curso.
De los diversos cráteres abiertos se expulsan materiales a una velocidad de entre 350 y 450 metros por segundo, superior a la del sonido, según el vulcanólogo Stefano Gresta.
Gresta alertó hoy de que el mayor riesgo potencial lo corren los excursionistas imprudentes que tratan de acercarse a las bocas del volcán, por lo que las autoridades han prohibido desde hace días el acceso a la zona.
La actual fase eruptiva del Etna corresponde a un ciclo de actividad que ocurre cada diez-doce años, según los expertos, y que sigue a los de 1971, 1983 y el de 1991-1993.
El Etna, en donde los antiguos situaban la fragua del dios Vulcano, es uno de los principales volcanes activos del mundo y cuenta con un centenar de erupciones documentadas.
La otra colada que amenaza ahora a un centro habitado y preocupa a las autoridades continúa detenida a cuatro kilómetros de la localidad de Nicolosi, de 6.000 habitantes.
El director nacional de Protección civil, Franco Barbieri, ha desmentido hoy las "previsiones catastróficas" que algunos medios de comunicación han referido sobre el futuro próximo de la localidad.
Aunque ha reconocido que la actividad del Etna es continua, aseguró que la situación esta bajo control y que no existe motivo para el alarmismo.
Los que no están tan tranquilos son los numerosos operadores turísticos de la costa oriental de Sicilia, cuyas playas son meta de miles de veraneantes en la temporada estival.
A pesar de que muchos turistas "intrépidos" encuentran en los fuegos naturales del Etna un atractivo añadido en su viaje a Sicilia, los hoteles de la zona se lamentan de que han sufrido un elevado porcentaje de anulaciones de familias escapadas hacia zonas más seguras.
A esta situación de alerta se unen los continuos cierres del aeropuerto de Catania, capital de la región, debido a la lluvia de cenizas volcánicas, que supone un riesgo para el tráfico aéreo.
El responsable de Turismo de Taormina, Antonio Belcuore, se queja del descenso de visitantes en la localidad, famosa por su teatro griego y situada a más de cincuenta kilómetros del Etna.
Belcuore se queja de las espectaculares imágenes ofrecidas por las televisiones de medio mundo, que según dijo dan la impresión de que "toda la isla de Sicilia va a quedar sumergida por la lava".
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