Fuente: EFE.
La semilla del consumo ecológico parece estar encontrando tierra fértil en Brasil, donde es posible comprar zapatos biodegradables, beberse un café orgánico y pagar la cuenta con una tarjeta de crédito hecha de plástico reciclado.
A juzgar por la oferta de productos "ecológicamente correctos", la conservación de la Amazonía ha dejado de ser bandera exclusiva de ambientalistas extranjeros. "La demanda está desbordando a la producción. El año pasado las ventas fueron de 12 millones de dólares y el mercado todavía está en pañales", señaló el empresario Samy Menasci, que posee la licencia para comercializar la marca Greenpeace en Brasil.
Según sus cálculos, Brasil puede absorber hasta 300 millones de dólares anuales en productos cuya fabricación es sustentable y no daña al medio ambiente. Hasta el Banco Mundial ha aplaudido la nueva moda, que según un informe del año pasado estimula la adopción de métodos industriales de bajo impacto ambiental.
"Si hasta ahora los ambientalistas no han ganado más batallas fue porque no han sabido asociar ecología y negocios", sostuvo Menasci, ex ejecutivo del grupo financiero Safra, que estampó el logotipo de Greenpeace en más de 100 productos, desde tarjetas de crédito hasta mermeladas.
Su último lanzamiento son unos zapatos biodegradables de cuero curtido sin sustancias químicas, pegados con cola sin disolventes,cosidos con algodón puro y con suela de caucho de la Amazonía. Para predicar con el ejemplo, la tienda de Greenpeace en Sao Paulo ha sido construida con madera reciclada y pintada con pinturas no tóxicas.
Amazon Life, promocionado como "el supermercado de la Amazonía", espera que un 80 por ciento de sus ventas se produzcan en Brasil. El sitio ofrece bolsas de Treetap, un "cuero vegetal" en base a caucho, collares de semillas autóctonas, jabones exóticos, cestas hechas por los indígenas yanomami y hasta consejos para sobrevivir en la selva.
Por el momento, el único segmento cuantificable es el de alimentos y la Organización Mundial del Comercio calcula que las ventas de comidas y bebidas orgánicas movilizaron 20.000 millones de dólares en 2000 en Estados Unidos, Europa y Japón.
En esas regiones, el mercado crece un 40 por ciento al año. En Brasil, el potencial es aún mayor: 50 por ciento, según los productores. Sin embargo, comer sano es más caro. Un tomate, una lechuga o una papaya cultivada sin tóxicos puede costar hasta un 40 por ciento más que un producto convencional.
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