Fuente: Madrid/Geoscopio.
Los científicos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) han reiterado en Bonn la necesidad de aplicar los compromisos recogidos en el Protocolo de Kioto, pero son las previsiones que éstos no pueden hacer las que están sirviendo de trinchera a los políticos. España, por su parte, miembro de la troika, muestra su apoyo al protocolo.
El desencuentro es palpable en las negociaciones que se llevan a cabo en el denominado "LULUCF", grupo de trabajo copresidido por Noruega y Uganda encargado de "cuestiones relacionadas con el uso de la tierra, el cambio de uso de la tierra y la silvicultura", es decir la vegetación como sumidero de dióxido de carbono (CO2).
Las diferencias entre los países industrializados y entre éstos y las naciones en desarrollo son tan fuertes que el copresidente noruego, Harald Dovland, ha sugerido la subdivisión en grupos, porque así será muy difícil llegar a un consenso.
La delegación española, encabezada por el Ministro, que llegó ayer a Bonn para asistir a la Conferencia, está formada por altos cargos del Ministerio de Medio Ambiente, expertos de la Oficina Española de Asuntos Exteriores y del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
España, como miembro de la unión Europea, considera que el Protocolo de Kioto es el mejor instrumento para combatir el problema del cambio climático y mantiene su compromiso de ratificarlo. Desde el 1 de julio hasta el 30 de junio del 2002, España forma parte de la troika junto con Bélgica y la Comisión Europea.
La caja de Pandora la abrió Japón al exigir que se le reconozca el papel absorbente de sus bosques como instrumento "reductor" de emisiones de gases de efecto invernadero, aunque la ministra japonesa de Medio Ambiente, Yoriko Kawaguchi, se ha negó, en rueda de prensa, a hacer predicciones sobre los resultados de la Cumbre del Clima de Bonn, al tiempo que declaró su total disposición para la negociación.
A la demanda a la que se han sumado otros países contaminantes con grandes extensiones forestales, entre ellos Canadá y Australia.
El problema es que los científicos carecen de un modelo que permita saber cuánto CO2 puede absorber una hectárea de bosque, cuánto se fuga a la atmósfera con la tala y hasta qué punto el reconocimiento de los sumideros en la medida que pide Japón puede desequilibrar el ecosistema dando lugar a una reforestación masiva con árboles no autóctonos pero supuestamente muy absorbentes.
Japón cuenta en el LULUCF con cierta resistencia de la Unión Europea (UE) -los Quince están dispuestos a ser flexibles pero hasta un límite- y la oposición abierta de buena parte de los países en vías de desarrollo -especialmente Brasil, China y Tailandia-, pero con el apoyo de Australia y Canadá.
Estos dos países han anunciado, siguiendo el ejemplo de Washington, que no ratificarán el Protocolo de Kioto, pero al igual que EEUU participan "activamente" en las negociaciones de Bonn. Canadienses y australianos afirmaron en la última sesión del LULUCF que "un consenso en sumideros es vital para que algunos países reconsideren Kioto".
Australia y Canadá no han cuantificado el porcentaje de absorción de sus bosques y en consecuencia tampoco la rebaja, que a juicio de ambos, debería aplicarse al porcentaje de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero fijado en Kioto (un 3,3 por ciento en el caso de Canadá y el 1,2 por ciento en el de Australia).
Sí lo ha hecho Japón, aunque en conversaciones "no oficiales": un 3,7 por ciento. De ser aceptada la demanda nipona, el gobierno de Tokio se vería liberado del compromiso de recortar sus emisiones un 6 por ciento en el periodo 2008-12, pues simplemente con mantener su masa forestal cumpliría con Kioto aplicando una reducción del 2,3 por ciento.
Para los países en desarrollo "eso acabaría con la integridad del Protocolo de Kioto" y aguaría hasta tal punto su objetivo que "las recomendaciones de la comunidad científica serían desoídas". En ese documento adicional a la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático, los países industrializados se comprometieron a recortar sus emisiones hasta lograr una reducción media mundial del 5,2 por ciento en el periodo 2008-12 respecto a los niveles de 1990.
Los compromisos de Kioto sólo serán jurídicamente vinculantes cuando el Protocolo sea ratificado por 55 países cuyas emisiones sumaran en 1990 el 55 por ciento del total mundial, premisa esta última que no podrá alcanzarse si Japón imita a Washington.
La ministra japonesa de Medioambiente, Yoriko Kawaguchi, ha declarado en Bonn que su intención es seguir tendiendo puentes a EEUU para que el Protocolo de Kioto entre en vigor con todos los países industrializados y contaminantes en el barco.
Japón se ha dado de tiempo hasta octubre para convencer a la Administración de George W. Bush, y aclarar, en el supuesto de que no lo consiga, si se decanta por la UE y ratifica Kioto o no. Los científicos del IPCC, entre tanto, reiteraron en una conferencia de prensa celebrada en Bonn la necesidad de adoptar "con celeridad" medidas para frenar los efectos del ya patente calentamiento global de la Tierra.
Uno de su integrantes, John Mitchell recordó a los políticos que "existen evidencias de que el calentamiento se debe a la actividad humana", y su colega, John Houghton, destacó entre los efectos del calentamiento del planeta la subida del nivel del mar, el aumento de las temperaturas y ciclos hidrológicos más intensos.
Ninguno de ellos ofreció el modelo de medición que exigen los negociadores para incluir los sumideros entre las fórmulas posibles para alcanzar los objetivos de Kioto.
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