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Arrecifes Artificiales

Lunes, 11 de Junio de 2001


Por ZOEA

Fuente: Madrid/Geoscopio.
Una silueta se recorta en el azul profundo del fondo marino. Nos acercamos con cautela. La excitación y cierto temor a lo desconocido se mezclan siempre que tienes la suerte de bucear en las proximidades de un barco hundido. Este tipo de atracciones submarinas lleva a cientos de buceadores a la costa cada fin de semana, pero ¿existe alguna razón biológica que justifique este tipo de hundimientos?. ¿Qué se pretende conseguir con los bloques de hierro y hormigón armado que desde los años 90 llevan sumergiéndose en distintas zonas del litoral español?. ¿Qué significa, y qué consecuencias ecológicas se derivan de los llamados arrecifes artificiales?.

Desde que el mar comenzase a ser utilizado como vertedero de chatarra, hace ya más de un siglo, hasta la década de los 80, se desconocían las consecuencias que las miles de toneladas de distintas estructuras de metal abandonadas en los fondos marinos podrían representar.

Los metales no facilitan la adhesión de los organismos a su superficie y se descomponen poco a poco desprendiendo sustancias contaminantes; no obstante, con el paso del tiempo, estas estructuras se fueron convirtiendo en el refugio de cientos de especies, áreas de caza para depredadores, y lugar de recuperación de los recursos pesqueros. La razón de esta paradoja radica en el papel que como biotopos (componente físico de los ecosistemas), comenzaron a desempeñar estos materiales.

La función de las primeras estructuras creadas expresamente para acabar en el fondo del mar, no fue otro que el de frenar la devastadora pesca de arrastre mediante su efecto disuasorio. Este tipo de pesca puede acabar, con pocos pases de arrastre, con más del 10% de la cobertura de una pradera de Posidonia oceanica.

Esta planta -y no alga- marina, hace miles de años que logró distanciarse de sus parientes terrestres, colonizando el Mediterráneo y convirtiéndose en la base del ecosistema más productivo y de mayor diversidad. Pero, además de destruir el hábitat por el que se desplazan, las redes de arrastre cambian la estructura de la comunidad biológica por la que pasan, favoreciendo la aparición de especies oportunistas y disminuyendo el número y abundancia de las irremplazables especies de crecimiento lento.

Cataluña primero y el resto de las comunidades del litoral español después, han impuesto estrategias que impiden este tipo de pesca en los fondos cercanos a la costa, donde se producen las puestas y el desarrollo de una gran cantidad de especies.

Al hundimiento de grandes bloques de hierro y hormigón armado, con bordes irregulares que rompen las artes de los arrastreros a su paso, les han seguido planes de acondicionamiento y limpieza de barcos destinados a convertirse en pecios, guardianes del litoral español, que funcionan también como elementos disuasorios para este tipo de pesca no selectiva.

Pero a la inmediata efectividad del uso de bloques y pecios como freno de la pesca de arrastre, le ha seguido lo que podríamos denominar efecto arrecife. Al contrario que en los arrecifes naturales, en los que las plantas y animales que viven en ellos son responsables de su formación, en los artificiales, existe un soporte físico externo al medio marino, y en sus cavidades se protegen, alimentan y crían numerosas especies de organismos que ven incrementada su población en poco tiempo.

La sucesión de procesos en la formación de un arrecife comienza siempre con la formación de ciertas concreciones calcáreas, le siguen la colonización de algas, rodofíceas principalmente, y tras éstas, se instalan colonias de hidrozoos y ciertas especies de poliquetos. Pronto aparecen moluscos y crustáceos y se crean distintas asociaciones biológicas que estabilizan el ecosistema.

De esta forma no sólo aumenta la producción pesquera de la zona donde se encuentran, sino que, con la variedad de los bloques arrecifales, se esta logrando cierta especialización, pudiendo proteger las distintas zonas costeras en función de sus propias necesidades.

Así, frente a los bloques irregulares controladores de la pesca de arrastre, existen los bloques homogéneos, con disposición uniforme y horizontal, destinados al crecimiento de las algas, que son productores primarios de la cadena trófica marina; y los llamados bloques alveolares, cuyas superficies tienen orientaciones diferentes, de tal forma que presentan variados microhábitats con, distinto rango de exposición a la luz solar o a las corrientes, distinto grado de protección, etc; todo esto fomenta la colonización de muy diversas especies haciendo posible aumentar la diversidad de la zona.

Con toda seguridad, estas estructuras se han convertido en una tabla de salvación para especies como el mero (Serranus gigas) y la langosta (Palinurus vulgaris), cada vez más difíciles de observar durante una inmersión, y que encuentran refugio y protección en las oquedades de los bloques arrecifales, o en los agujeros y grietas de los pecios, plato fuerte de numerosos centros de buceo de todo el mundo, y símbolo de la explotación responsable de los recursos marinos.


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