Fuente: EFE.
La Duma, o Cámara Baja del Parlamento ruso, ha aprobado un polémico proyecto que convertirá a Rusia en el mayor basurero nuclear del mundo a cambio de miles de millones de dólares que el Kremlin ha prometido destinar a proyectos ecológicos.
De poco ha servido la oposición de liberales, ecologistas y de otros críticos al proyecto, que después de la votación declararon que la entrada de residuos nucleares de 14 países sólo servirá para empeñar la naturaleza de Rusia, enriquecer a unos pocos e incluso producir nuevas armas atómicas en proyectos secretos.
Las enmiendas a la ley sobre la "Utilización de la Energía Nuclear" legaliza la importación de combustible usado de las centrales nucleares tanto rusas como extranjeras para su reelaboración en nuevo combustible nuclear. La reforma también prevé el reciclaje de este material, la separación de sus componentes y el almacenamiento en Rusia durante décadas de los residuos de este combustible altamente radiactivo.
Las enmiendas a la ley sobre la "Utilización de la Energía Nuclear" fueron aprobadas hoy en tercera lectura por 243 votos a favor, 125 en contra y siete abstenciones en la Duma, aunque todavía tiene que ser ratificadas por el Consejo de la Federación o Senado.
El presidente del Senado, Yegor Stróyev, ya mostró su público rechazo al plan, lo calificó como el producto de la mente de "locos y mafiosos", y hoy prometió que la reforma será "revisada minuciosamente" en el Consejo de la Federación.
Según los planes del Ministerio de Energía Nuclear, en diez años el país podrá ganar 21.000 millones de dólares por almacenar y reciclar unas 20.500 toneladas de residuos procedentes de Japón, China, Taiwán, Alemania y España, entre otros países.
La lista de clientes potenciales incluye también a Corea del Sur, Vietnam, Irán, Tailandia, Suiza, Bulgaria, Hungría, Yugoslavia y la República Checa.
La reforma de la legislación en materia nuclear fue aprobada en primera instancia en diciembre del año pasado, y su debate en segunda lectura se reanudó el pasado mes de abril.
La pausa se debió a la sustitución del antiguo ministro de Energía Nuclear Yevguéni Adámov (acusado de corrupción), por el actual titular Alexandr Rumiantsev, a quien las presiones del Kremlin en la Duma le han allanado el camino. Según Rumiántsev, Rusia podrá con ese dinero "limpiar tres o cuatro veces su territorio" de todo el material radiactivo acumulado desde la era soviética, con un coste de unos "8.000 millones de dólares", aunque la mayor parte será "para programas ecológicos y sociales".
El ministro recordó que, desde 1977, Rusia recicla el combustible nuclear de sus propias centrales nucleares y de las de los antiguos países de la URSS. Pavel Felgenhauer, experto en temas de defensa, señaló en el diario "Moscow Times" que "no hay medios efectivos para limpiar esa contaminación radiactiva a gran escala" y encontró otros motivos para la importación de los residuos ajenos.
Destacadas personalidades de la Academia de Ciencias de Rusia pidieron en una carta abierta al Parlamento, al Gobierno y el Kremlin que se aplazara la aprobación de la reforma con el argumento de que la importación del combustible nuclear es peligrosa.
"La importación de este tipo de materiales contradice los intereses nacionales desde el punto de vista económico, defensivo y ecológico", se dice en la misiva distribuida hoy a los diputados antes de comenzar los debates.
Los autores de la carta resaltaron que la reforma "no tuvo en cuenta la opinión de científicos no relacionados con el complejo nuclear, que han advertido sobre las catastróficas consecuencias ecológicas de estos proyectos".
"Ante la importación masiva de materiales radiactivos, estas consecuencias son inevitables y amenazarán la vida de los habitantes de Rusia durante centenares de años", subrayó el documento.
Otros críticos redujeron la reforma a un simple intento de enriquecimiento de empresarios de la energía y avezadas autoridades. "Como suele ocurrir en Rusia, nunca sabremos quién se llevará el dinero que se recaude", señaló el líder liberal Grigori Yavlinski en una acalorada discusión que mantuvo ayer en la céntrica calle Arbat con el ministro de Energía Atómica.
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