Este Convenio persigue la eliminación total de 12 de estas sustancias, "la docena sucia": aldrin, clordano, dieldrina, endrina, heptacloro, hexaclorobenceno, mirex, toxafeno, PCBs, DDT, dioxinas y furanos. En el texto firmado, se acuerdan una serie de medidas dirigidas a la sustitución de los productos y procesos que las generan, así como un procedimiento de identificación de nuevos COPs.

Para que el Convenio de Estocolmo surta efectos, debe ser ratificado por un mínimo de 50 países. La experiencia demuestra que más tortuoso que el proceso de negociación puede ser la ratificación del Convenio por parte de los Estados firmantes.

De hecho, los protocolos de Aarhus (Dinamarca) sobre contaminación transfronteriza a larga distancia por COPs y metales pesados, firmados en 1998 por Estados Unidos, Canadá y 34 países europeos, aún no han entrado en vigor al no haberse alcanzado el número mínimo de ratificaciones requerido. Entre los estados "remolones" se encuentra España, que aún no ha ratificado ninguno de los dos protocolos.

Dentro de las doce sustancia tóxicas persistentes que el Tratado firmado en Estocolmo establece que deben ser eliminadas, las más problemáticas en España son las dioxinas, los furanos y los PCBs.

Las dioxinas y furanos son subproductos de la combustión de residuos. Según el último inventario de la Unión Europea, un 40% de las dioxinas tienen su origen en la incineración que se realiza en incineradoras, cementeras o a cielo abierto en vertederos.

"El Tratado de Estocolmo no debe quedarse sólo en una mera declaración de intenciones. Por ello es necesario que el Gobierno español se ponga a trabajar de inmediato en un Plan para la Eliminación de las Fuentes de Dioxinas y Furanos" ha declarado Juan López de Uralde, Director Ejecutivo de Greenpeace España.

El primer ministro sueco, Goeran Persson, cuyo país ocupa este semestre la presidencia rotatoria de la UE, aseguró que "el medio ambiente es uno de los temas más importantes para la humanidad" y agregó que "las sustancias peligrosas no respetan fronteras internacionales ni nacionales y solo pueden ser derrotadas con estrategias comunes".

El primer ministro sueco precisó que estos contaminantes son transportados por las corrientes marinas y los vientos y causan daños en el medio ambiente y pueden causar cánceres, dañar los sistemas de inmunidad de los organismos vivos o afectar la capacidad de aprendizaje de los niños, "habiéndose encontrado en la sangre de pingüinos en la Antártida o en los inuit en Groenlandia".

En una declaración difundida en Bruselas, la comisaria europea de Medio Ambiente, Margot Wallstrom, hace un llamamiento "para que todos los países consideren la firma y la ratificación de este convenio como una prioridad absoluta".

El Convenio "muestra que la comunidad internacional está en la buena vía en lo que se refiere al tratamiento de productos químicos altamente tóxicos que se acumulan en nuestros organismos y en el medio ambiente", añadió la comisaria europea.