Las
informaciones que se están difundiendo los últimos años sobre las
energías renovables y, dentro de ellas, sobre las posibilidades energéticas
de la biomasa hacen pensar que tenemos a la vista una oportunidad
interesante desde varios puntos de vista.
Materiales residuales de otras
actividades económicas (agricultura, silvicultura, industrias asociadas
a las anteriores, residuos ganaderos, etc.) parecen constituir un
amplio recurso energético. Objetivos energéticos y ambientales armonizarían
bien en este planteamiento: se elimina un problema a la vez que
se obtiene un nuevo beneficio.
Si se trata de cultivos energéticos,
también aparecen asociados a la posibilidad de disponer de una fuente
energética renovable, de importancia considerable como sustituto
de combustibles fósiles importados, y de una alternativa a muchas
tierras agrícolas que se enfrentan a una situación de inviabilidad
económica casi segura.
En ambos casos, uno de los
sectores que saldría favorecido sería el agrícola y las poblaciones
rurales de amplias zonas con bajos niveles de desarrollo. Esto es,
sin duda, un beneficio social añadido, porque incide positivamente
en múltiples aspectos asociados a la fijación de la población rural
y la disminución de los efectos de abandono del campo, etc.
Un reciente estudio de la UE,
muestra que el despliegue de las energías renovables (objetivo 12
% para 2010) puede dar lugar a la creación de unos 900.000 empleos
hasta el 2020. Se prevé que más de 500.000 de dichos empleos estén
relacionados con la biomasa, en el sector industrial y en el agrícola.
También señala el estudio que las energías renovables necesitan
ser apoyadas en estos años para alcanzar el umbral de competitividad
con los combustibles convencionales.
Todo ello contribuye a que
el discurso en torno a la biomasa como fuente renovable de energía
sea como una brisa reparadora que nos permite suponer, aunque sea
por unos momentos, que estamos en camino de reorientar nuestro modelo
energético hacia situaciones ambientalmente más viables, energéticamente
más razonables e, incluso, socialmente más equitativas.
Pero, cuando se piensa en términos
concretos, de agentes implicados, rentabilidad económica, exigencias
y presiones del mercado, necesidad de articular proyectos complejos
donde intervienen varios sectores, cadenas donde faltan muchos eslabones,
etc., la realidad hace aflorar las múltiples barreras que se interponen
entre la idea abstracta y la aplicación práctica.
Una de las barreras más importantes
en la utilización de la biomasa para fines energéticos, de forma
extensiva, es la implicación de diversos sectores y agentes para
poner en marcha líneas complejas de nuevos productos. En el caso
de la biomasa la complejidad de las aplicaciones es lo más común.
Por ejemplo, la producción
de biodiésel, de gran importancia estratégica para el transporte,
necesita implicar al sector agrícola, industrial y de consumo en
un proceso de innovación y ritmo de implantación que tiene que estar
consensuado. El acoplamiento de los distintos eslabones y de sus
ritmos particulares de funcionamiento sólo puede ser hecho mediante
un esfuerzo expreso de estructuración que facilite la confianza
mutua y el despliegue simultáneo.
Los apoyos que las instituciones
prevén se orientan frecuentemente a aspectos concretos de un proceso
complejo de implantación, pero raramente se estructuran en torno
al desarrollo integral del mismo, con posibilidad de poner en juego
las sinergias entre sectores económicos, agentes sociales y entidades
públicas.
También los agentes económicos
se aproximan frecuentemente a las nuevas oportunidades de las energías
renovables con la mentalidad del negocio rápido y sencillo.
Este planteamiento de simplificación
y búsqueda de soluciones rápidas y de gran efecto se manifiesta
poco adecuado a una implantación progresiva y segura de un sector
energético apoyado en energías renovables, sobre todo en un recurso
tan disperso como la biomasa.
Si el esfuerzo en marcha no
sobrepasa este umbral se corre el riesgo de quemar un gran potencial
de iniciativa distribuida por el tejido social, con el resultado
de frustración y convencimiento de inviabilidad. La maravillosa
capacidad de improvisación y esfuerzo puntual de que es capaz este
país alcanzaría resultados muy superiores si se encontrara aderezada
con una sabia proporción de organización y planificación coherente.
En el ámbito del uso energético de la biomasa sería, probablemente,
determinante del éxito.
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