AEC
BIOFUMIGACIÓN DEL SUELO, RESIDUOS ORGÁNICOS Y
CONSERVACIÓN DE LA CAPA DE OZONO

AUTORES: A.BELLO, J.A. LÓPEZ-PÉREZ, A. GARCÍA-ÁLVAREZ
Dpto Agroecología, CCMA, CSIC. Madrid
Calle Serrano 115 dpdo, Madrid 28006
Antonio.bello@ccma.csic.es

El bromuro de metilo (BM) se ha venido utilizando en la fumigación de suelos agrícolas, para la eliminación de organismos patógenos y malas hierbas. En la IV reunión del Protocolo de Montreal en Copenhague (noviembre, 1992), se planteó la retirada del BM por su efecto destructor de la capa de ozono estratosférico, creándose un comité de expertos, el MBTOC (Methyl Bromide Technical Option Committee) con el fin de encontrar alternativas a su uso. Para la evaluación económica de las alternativas se creó otro comité, el TEAP (Technology and Economic Assesment Panel). Una de las conclusiones del TEAP es la de que se adopte, cuanto antes las alternativas al BM en los lugares donde éstas existan, puesto que los productores irán mejorando cada año las técnicas de aplicación, reduciéndo cada vez más las diferencias económicas entre dichas alternativas y la aplicación de BM (MBTOC 1998). En España, como miembro de la UE, la fecha de supresión es el año 2005, con una retirada gradual del 25% que se debería haber realizado en 1998, del 60% en el 2001 y el 75% en el 2003.
  En España se ha calculado en 1995 un consumo de BM en fumigación de 4.191 t. El BM se aplica principalmente en cultivos de fresón (33%), pimiento (29%), hortalizas en general (12%), ornamentales (9%), cucurbitáceas (9%) y otros (8%), siendo las regiones con mayor consumo Andalucía, Murcia, Valencia y Castilla y León (Fig. 1). Debemos destacar que no se utiliza BM en la mayoría de las regiones autónomas y en cultivos como el tomate, que es el de mayor demanda en el mundo. Tampoco se utiliza BM en frutales, viñedos y plataneras, y existen alternativas eficaces en el cultivo de tabaco en Extremadura. Todos estos cultivos pueden servir como referencia, a escala mundial, en la búsqueda de alternativas al BM.

Figura 1. Distribución en 1995 del consumo de BM en España

  La aportación de la ciencia española en la búsqueda de alternativas al BM ha sido modélica. Desde el primer momento, el Ministerio de Agricultura en colaboración con el Ministerio de Medio Ambiente y, últimamente con el Ministerio de Ciencia y Tecnología, han coordinado un proyecto de investigación sobre alternativas al BM en nuestro país, cuyos resultados están sirviendo de referencia no sólo en la UE, sino en todo el mundo, para resolver este grave problema provocado por la agricultura (Bolívar 1999).

  La primera consideración sobre la eliminación del BM fue muy pesimista y, sobre todo, su viabilidad de cara al futuro, puesto que tanto la agricultura y la capa de ozono, son fundamentales para la supervivencia en el planeta. Un análisis posterior nos llevó a la conclusión de que el uso de BM en agricultura, así como los problemas fitopatológicos, son la excepción y no la norma, ya que la inmensa mayoría de cultivos no usan BM y, curiosamente, sólo se utiliza en cultivos que se han definido como paradigma de una agricultura moderna, localizada principalmente en California, Florida, España, Japón, Israel e Italia (Bello et al. 2000a).


LA BIOFUMIGACIÓN COMO ALTERNATIVA AL BROMURO DE METILO

  Es necesario el uso de criterios ecológicos en agricultura, que permitan conocer cuáles son los elementos y procesos claves en el funcionamiento de los agrosistemas. En relación con el BM, hemos elegido la función de la materia orgánica a partir de los procesos de degradación que originan gases capaces de controlar los patógenos de los vegetales. Este proceso ha sido definido como biofumigación y ha sido incluido como una alternativa no química al BM por el "Methyl Bromide Technical Comitte". Actualmente se incluyen todos los tipos de materia orgánica y residuos agroindustriales, aunque anteriormente se aplicaba sólo a la presencia de isotiocianatos durante los procesos de descomposición de coles y otras brasicas, que tiene un contrastado efecto fungicida e insecticida (Bello 1998).

  Se ha definido la biofumigación como "la acción de las sustancias volátiles producidas en la biodescomposición de la materia orgánica en el control de los patógenos de las plantas" (Bello et al. 2000). La técnica incrementa su eficacia en el tiempo, cuando forma parte de un sistema de producción integrada. Se ha comprobado que, por lo general, cualquier tipo de materia orgánica puede actuar como biofumigante, dependiendo su eficacia de la dosis y del método de aplicación (Bello et al. 2000).

  La función de la materia orgánica en la regulación de los patógenos de los vegetales, es una alternativa basada en el mismo principio que los fumigantes convencionales, con la única diferencia de que los gases obtenidos resultan de la biodescomposición de la materia orgánica y no se conocen efectos negativos sobre el ambiente y la salud (Bello 1998).

  La biofumigación, además, estimula la actividad microbiana del suelo, por lo que tiene un efecto biomejorante. Cuando se añade la materia orgánica, se produce una secuencia de cambios microbiológicos, con una proliferación de microorganismos inicial que depende de los recursos añadidos. Los descomponedores son una fuente de nutrición que, al mismo tiempo, favorece la proliferación de hongos nematófagos y nematodos de vida libre, lo que incrementa a la vez el número de nematodos depredadores, omnívoros y entomopatógenos, así como las poblaciones de microartrópodos, protozoos, algas y otros organismos del suelo. El incremento de la actividad microbiana produce también un aumento de los niveles de exoenzimas en el suelo.

  La biofumigación no tiene efectos negativos en la salud de los consumidores ni en el medioambiente. No tiene limitaciones de uso dentro de los reglamentos de producción integrada o de agricultura ecológica. La producción agrícola obtenida con la aplicación de las técnicas de biofumigación puede tener precios altamente competitivos, debido al aprovechamiento de residuos agroindustriales de bajo costo. El problema más importante es la alta variabilidad de las enmiendas orgánicas. Algunas pueden acumular compuestos peligrosos e incrementar los niveles de algunos patógenos. Por ello es necesario diseñar protocolos para una caracterización fitosanitaria y agronómica de los materiales a emplear, así como desarrollar técnicas correctas de aplicación en campo.

  La biofumigación, como alternativa no química en el control de los organismos patógenos de los vegetales, ha sido aceptada sin dificultad por aquellos productores y técnicos que tienen una gran experiencia en la gestión de los sistemas agrarios y en el manejo de la materia orgánica. Para estos agricultores, el establecimiento de las bases teóricas de la biofumigación, vino a confirmar sus conocimientos empíricos sobre la implicación de la materia orgánica en el incremento de la rentabilidad de los cultivos y, sobre todo, descubrir su función en la regulación de las enfermedades de las plantas que tiene su origen en el suelo. Por todo ello, después de que se empezó a aplicar esta técnica en campo en 1996, no es extraño encontrar agricultores que ya hablen de la biofumigación como una práctica más en el manejo de sus cultivos, especialmente en la zona de la Albufera de Valencia, Villena en Alicante, El Campo de Cartagena en Murcia, La Roda en Albacete y el Sur de Tenerife. También se ha considerado como una alternativa no química al BM en países como China, Jordania, Marruecos, México, Guatemala y Uruguay, principalmente por los proyectos demostrativos de alternativas al BM de UNIDO, dentro del Protocolo de Montreal (Bello et al. 2000a; Bello et al. 2001).

  La biofumigación ha sorprendido al mundo investigador y académico, que en los últimos años ha centrado su esfuerzo en el campo de la agrobiotecnología, potenciando la aplicación de las técnicas de biología molecular en la agricultura. Por ello, resulta difícil aceptar en este ámbito que viejos métodos basados en la aplicación de la materia orgánica, aunque tenga nuevos planteamientos, constituyan una alternativa actual y de futuro en agricultura. Las líneas de investigación existentes sobre el control de los patógenos de origen edáfico, centran todavía sus enfoques teóricos en confundir biofumigación con solarización, inundación o anaerobiosis, proponiendo técnicas complejas, que son difíciles de asumir por los agricultores. Por tanto es necesario establecer las diferencias entre biofumigación y las otras técnicas relacionadas con control de los patógenos del suelo como la solarización, inundación y anaerobiosis, resaltando para ello que la biofumigación es "la acción de los gases producidos de la biodescomposición de la materia orgánica". Éste es un concepto clave para su aplicación correcta y obtener así una mayor eficacia en el control de los patógenos.
BIOFUMIGACIÓN Y SOLARIZACIÓN

  Katan (1981) sugiere que la adición de residuos orgánicos al suelo puede incrementar la eficacia de la solarización. Otros autores indican que la solarización reduce Verticillium dahliae a profundidades de 70-120 cm, considerando que se debe a los gases liberados durante el proceso de solarización, puesto que a esa profundidad la temperatura no tiene efecto letal, observan que la eficacia de la solarización es mayor cuando se incorporan abonos verdes. Otros trabajos señalan que la solarización es eficaz en el control de Fusarium oxysporum, cuando se añaden residuos de col, debido a los gases fitotóxicos que se producen en su descomposición y que la reducción de nematodos a profundidades entre 46-91 cm se debe a otros factores diferentes de la temperatura.

  Garibaldi y Gullino (1991) revisan el empleo de la solarización en los países del sur de Europa, indicando que crea un vacío microbiológico y no hay eficacia en aquellos horizontes donde no llega la radiación solar (30-40 cm), puesto que la solarización se basa en el calentamiento del suelo de 36 a 50 °C, algo que sólo ocurre en los primeros 30 cm. Existen muchas preguntas sobre la solarización que no tienen respuesta, tales como si el control de los organismos fitoparásitos es posible a profundidades comprendidas entre 60-120 cm en suelos solarizados, cuando la temperatura necesaria no se alcanza a esa profundidad, y la posible función de las sustancias volátiles en la reducción de los patógenos. Bello et al. (2000a) señalan las diferencias entre solarización y biofumigación en el control de nematodos en cultivos extensivos de zanahoria, no siendo necesario la aplicación de plástico y las altas temperaturas, aunque ambas técnicas pueden ser complementarias.

  La solarización es un método que, por si solo, no es eficaz en el control de los patógenos de los vegetales, especialmente cuando se trata de controlar organismos móviles, como nematodos que por acción del calor se desplazan a zonas más profundas. En los casos donde la solarización ha sido eficaz, se trata por lo general de suelos con alto contenido de materia orgánica (solarización más biofumigación), o de suelos poco profundos. La solarización es eficaz cuando se combina con biofumigación, durante dos meses, a una temperatura ambiental superior a 40 ºC, aunque se recomienda de 30 a 45 días durante los meses de julio y agosto, que es cuando la temperatura del suelo alcanza temperaturas superiores a 50 ºC. Se ha observado que se produce una pérdida en la biodiversidad del suelo.


BIOFUMIGACIÓN, INUNDACIÓN Y ANAEROBIOSIS

  Allen et al. (1997) señalan que las fuertes lluvias producidas durante el verano en Florida producen inundaciones y dan lugar a fenómenos de anaerobiosis que pueden actuar en el control de nematodos, después de doce semanas de producirse la inundación, por lo que podría utilizarse como una alternativa al BM. Además, demuestran que los nematodos no sobreviven después de dos semanas en condiciones de anaerobiosis, aunque realizan un experimento sometiendo a los nematodos al efecto de agua en anaerobiosis y éstos fueron capaces de sobrevivir.

  El control de nematodos por inundación de suelos orgánicos ha sido revisado por Good (1987) y parece que su eficacia está relacionada con la disminución de la aireación del suelo. Hollis y Rodríguez-Kábana (1966) han demostrado el efecto letal para los nematodos, de productos como los ácidos butírico, propiónico y sulfhídrido producidos por las inundaciones de suelos con alto contenido de materia orgánica. Otros autores demuestran que los nematodos, en condiciones anaerobias, pueden adquirir el estado de quiescencia y no morir. Se considera que el principal beneficio de la materia orgánica fue mejorar las propiedades físicas y químicas del suelo. La siembra de arroz durante el período de inundación y la materia orgánica no fueron buenas alternativas para el control de nematodos.

  Blok et al. (1998, 2000) estudian en laboratorio el efecto sobre el control de Fusarium oxysporum f. sp. asparagi de cinco materiales vegetales diferentes: Lolium perenne, Brassica oleracea, restos de cultivos, frutales y residuos de jardín compostados, paja de trigo (Triticum aestivum) y alfalfa (Medicago sativa), aplicando 70 g de peso seco a 100 ml (equivalente a una aplicación en campo de ¡1.200 t ha
-1!) de un suelo franco arenosos con pH 7,5 que se introdujo en botellas de vidrio incubándolo a 11 y 24 ºC. Estos autores encontraron que el consumo de oxígeno fue mayor a 24 ºC y que después de 7 semanas no se detecta el hongo en los tratamientos con alfalfa y brasica. Posteriormente se repitio el experimento en campo utilizando solo Brassica oleracea y Lolium perenne, en parcelas experimentales cubiertas con plástico y sin plástico, encontrando una eficacia alta en el control de hongos en los suelos cubiertos con plástico, no encontrando un efecto elevado en el control del nematodo de la papa Globodera pallida, aunque se observó la reducción de poblaciones de Pratylenchus penetrans y Meloidogyne fallax. Los autores atribuyen la acción de control a la situación de anaerobiosis creada por el incremento del metabolismo del suelo, debido a la fermentación de la materia orgánica incorporada. Concluyen que el efecto de control no se debe a las sustancias tóxicas volátiles desprendidas durante la descomposición y, por ello, no es necesario que se produzcan glucosinolatos para el control de los organimos del suelo. Señalan que el control no está relacionado con la temperatura, por lo que se diferencia claramente de la solarización, y puede aplicarse en lugares donde no es posible la solarización y la inundación. Por ello consideran que es un nuevo método de control y lo denominan "biological soil desinfestation".
CONCLUSIONES

  Las posibilidades para el desarrollo de las técnicas de biofumigación son tan diversas como los tipos de residuos orgánicos disponibles para la preparación de enmiendas. La eficacia de la biofumigación depende de la composición de la materia orgánica y de los microorganismos implicados en su descomposición. Es necesaria la adición de grandes cantidades de materia orgánica al suelo (> 50 t ha-1), aunque esta cantidad se puede reducir a través de las técnicas de cultivo. Su uso está limitado por la disponibilidad de dicha materia orgánica, que se puede complementar mediante la incorporación de abonos verdes o restos de cultivos; otro de los factores limitantes puede ser el coste del transporte. La incorporación de materia orgánica al suelo debe realizarse en combinación con una cubierta de plástico u otro método apropiado, con el propósito de retener los gases generados durante el proceso. La biofumigación es similar en efectividad a la que tienen los productos fitosanitarios convencionales.

  La biofumigación es una técnica de fácil aplicación por agricultores y técnicos, pues sólo se diferencia de las enmiendas de materia orgánica en la elección del biofumigante, que debe estar en vías de descomposición y en el método de aplicación, que debe tener en cuenta la necesidad de retener al menos durante dos semanas los gases biofumigantes producidos en la biodescomposición de la materia orgánica. En la mayoría de los casos, el efecto de dichos gases no es biocida sino biostático, por lo que es necesario prolongar su acción en el tiempo sobre los patógenos. Se ha demostrado que cualquier residuo agroindustrial, o sus combinaciones, que presente una relación C/N comprendida entre 8-20 puede tener efecto biofumigante, pudiéndose identificar con facilidad por el agricultor, ya que generalmente produce un olor característico de amoniaco. No obstante, conviene recordar que no sólo los derivados del nitrógeno tienen efecto biofumigante, por lo que sería recomendable caracterizar previamente de modo experimental los residuos agroindustriales que vayan a utilizarse como biofumigante, antes de su aplicación comercial.

  Los gastos relacionados con la materia orgánica pueden ser reducidos notablemente usando residuos urbanos y agrícolas y por lo general recursos locales que estén próximos al lugar de aplicación, para evitar gastos de transporte. Además, el plástico no es necesario en la mayoría de los casos y, cuando se tiene experiencia, los gastos de utilización de brasica después de la biofumigación como bioindicador de la fitotoxicidad pueden ser eliminados. Teniendo en cuenta todos esto, los costes de biofumigación pueden reducirse al mínimo en la mayoría de los casos. Por último, hay que tener en cuenta que tradicionalmente la adición de materia orgánica es necesaria para la mayoría de los cultivos, y que la única diferencia con la biofumigación está en la selección de la materia orgánica y en el método de aplicación.

  Por otro lado, esta técnica permite resolver los problemas de impacto ambiental que generan los residuos, al tiempo que mejora las propiedades físicas, químicas y biológicas de los suelos, al tiempo que estimula la resistencia de las plantas a los organismos patógenos. Además, incrementa la rentabilidad de los cultivos al disminuir los gastos de inversión en agroquímicos, dando lugar a sistemas de cultivo cuya gestión se basa en la utilización de recursos locales. Con ello la agricultura se convierte en una herramienta para resolver problemas de impacto ambiental producidos por los residuos que genera la industria agroalimentaria.

Para más información sobre el bromuro de metilo y la biofumigación, consultar la página Web:
www.aecientificos.es


BIBLIOGRAFÍA

Allen, L.H.; D.R. Sotomayor; D.W. Dickson; Z.Chen. 1997. Soil flooding during the off-season as an alternative to methyl bromide. International Research Conference on Methyl Bromide Alternatives and Emissions Reductions, Nov. 3-5, 1997, San Diego, California, 94, 1-2.

Bello, A. 1998. Biofumigation and integrated pest management. In: A. Bello; J. A. González; M. Arias; R. Rodríguez-Kábana (Eds). Alternatives to Methyl Bromide for the Southern European Countries. Phytoma-España, DG XI EU, CSIC, Valencia,Spain, 99-126.

Bello, A.; J.A. López-Pérez; L. Díaz-Viruliche. 2000. Biofumigación y solarización como alternativa al bromuro de metilo. In: J.Z. Castellanos, F. Guerra (Eds). Memoria del Simposio Internacional de la Fresa, Zamora 2000, INCAPA, México, 24-50.

Bello, A.; J.A. López-Pérez; L. Díaz-Viruliche; J. Tello. 2001. Alternatives to methyl bromide for soil fumigation in Spain. In: R. Labrada (Ed.) Report on Validated Methyl Bromide Alternatives. FAO, Rome, 13 pp (en prensa).

Blok, W.J.; J.G. Lamers; A. J. Termorshuizen; G.T: Bollen. 2000. Control of soil-borne plant pathogens by incorporating fresh organic amendments followed by tarping. Phytopathology 90, 253-259.

Blok, W.J.; C.P. Slomp; A.J. Termorshuizen; J.A. Lamers. 1998. Control of soil-borne pahogens by inducing soil anaerobiosis. Phytoparasitica 26, 244.

Bolívar, J.M. 1999. Current status of methyl bromide alternatives in Spain. 3
rd International Workshop Alternatives to Methyl Bromide for the Southern European Countries. 7-10 December, Creta (Greece), 139-140.

Garibaldi, A.; M. L. Gullino. 1991. Soil solarization in Southern European countries, with emphasis on soilborne diseases control of protected crops. In: J. Katan; J. E. de Vay (Eds). Solarization. CRC Press Boca Raton Ann Arbor Boston, London, UK, 227-235.

Good, J.M. 1987. The effect of flooding on nematode population. In: G.H. Snyder (Ed.) Agricultural Flooding of Organic Soils. Agricultural Experiment Station Technical Bulletin 870, University of Florida, Gainesville. 35-39.

Hollis, J.P.; R. Rodríguez-Kábana. 1966. Rapid kill of nematodes in flooded soil. Phytopathology 56, 1015-1019.

Katan, J. 1981. Solar heating (solarization) of soil for control of soil-borne pests. Annu.Rev.Phytopathol. 17, 211.

MBTOC. 1998. Report of the Methyl Bromide Technical Options Committee.  1998 Assessment of Alternatives to Methyl Bromide, UNEP, Nairobi, Kenia, 354 pp